abril 18, 2025

Fracaso de cultura ciudadana en Barranquilla pasa cuenta de cobro en pandemia

Pese al estado de tensión e incertidumbre que se vive en Barranquilla, su Área Metropolitana y el resto de municipios del Atlántico, por los efectos que viene dejando el Covid-19, las celebraciones de quinceañeros, cumpleaños de adultos, parrandas, riñas de gallos finos, sepelios animados con música y participación masiva de dolientes, eventos deportivos con aglomeraciones, han quedado al descubierto en las redes sociales, gracias a denuncias de testigos.

A lo anterior se suma la circulación de personas que con ese comportamiento demuestran ser indiferentes al cumplimiento de normas legales como pico y cédula, ley seca, y toque de queda, expedidas por las autoridades a manera de prevención contra el virus.

Durante el fin de semana que incluyó el Día del Padre (20,21 y 22 de junio), de acuerdo con el reporte de la Policía Nacional, en el país se detectaron 2.280 fiestas, el 79 por ciento en casas y apartamentos, el resto en tiendas, bares y discotecas, entre otros sitios. En el Atlántico, incluyendo a Barranquilla, fueron 141 celebraciones.

En cuanto a comparendos por violar el aislamiento obligatorio, durante el mismo puente, el reporte nacional destacó un total de 3.359, correspondiendo el 61 por ciento a Bogotá. En la capital del Atlántico hubo 794, así como la detección en lugar de reclusión de 342 infractores.

El general Jorge Luis Vargas, director de Seguridad Ciudadana de la Policía, aclaró que las fiestas en familia en lugares cerrados no es que estén prohibidas, pero sí debe haber prudencia y mesura en no tener invitados para evitar las aglomeraciones que es donde está el riesgo del contagio.

 

FUERZA DE PATRONES CULTURALES

Pero, ¿Qué lleva a una persona, o a un grupo de ellas, a no obedecer lo que va en beneficio de su propio estado de salud en los actuales momentos? Para el sociólogo y profesor de la Universidad Simón Bolívar, Ferney Rodríguez Serpa, es producto de que los patrones culturales han sido más prevalentes, ante una situación de miedo que puede generar una pandemia.

“La gente se aferra más a sus creencias, como la posibilidad para poder salir libremente, o tener una forma de expresiones que le permitan de alguna manera justificar su existencia, independientemente, de que existe una amenaza de muerte llámese esta Covid-19”, precisa.

Sin embargo, agrega que los patrones culturales que salen a flote, en relación a una amenaza de muerte, están determinados, esencialmente, por la condición socioeconómica, por lo tanto no es lo mismo mirar un patrón cultural de una estratificación alta, llámese estrato 6, con una situación donde los niveles de pauperismo, de pobreza, de desigualdad y de vulnerabilidad que son más grandes.

“Con esto que quiero decir, en otros términos, que los niveles de formación académica que puedan tener dentro de los diferentes modelos sociales son claves para efectos de la toma de decisiones sociales, porque ahí viene: ¿Renuncio a mis patrones culturales y me adapto a las nuevas circunstancias? o ¿No renunció a los patrones culturales y, simplemente, con base en ellos me defiendo?, o ¿Me hago sentir frente a cualquier situación de amenaza? y es lo que está ocurriendo con los sepelios, en donde la gente quiere meterse al cajón. Es una situación en la que no hay un cálculo de juicio”, sostiene Rodríguez.

 

NIVELES DE POBREZA

Y ¿Qué es un cálculo de juicio?, es la pregunta al analista. “Es que la gente no tiene miedo, o simplemente los niveles de escolaridad, los niveles de pobreza no le permiten a la persona comprender la magnitud del fenómeno”.

En toda esta situación, ¿En dónde queda la responsabilidad del Estado? El sociólogo asegura que aquí se evidencia un Estado que no ha tenido medidas o formas para alimentar o prever estas situaciones. “Creo que el Estado ha confiado, o ha dejado esa regulación más al miedo, más a las posibilidades de riesgo que la persona pueda contraer, lo cual demuestra todo esto, que finalmente, no es miedo, ni la pandemia, sino necesariamente se necesita de la intervención estatal a través de políticas públicas, desde el ámbito de lo humano, desde el ámbito de lo social”.

En resumen, en criterio de Rodríguez, está claro que el nombre preciso a esas políticas públicas es la cultura ciudadana, que tiene que ver con los propios autocuidados, con la responsabilidad misma del ciudadano, en un marco de solidaridad, de convivencia social, “porque cuando yo no me cuido, y no cuido al que está al lado, y el que está al lado no se cuida o no me previene de los cuidados, simplemente no tenemos solidaridad, carecemos de cultura ciudadana y eso lo da el Estado”.

El sociólogo concluye en que las autoridades estatales tienen que transmitir, a través de políticas públicas, lineamientos claros, los cuales no se han dado. “Barranquilla es un ejemplo del fracaso de las políticas públicas de la cultura ciudadana. Barranquilla es una ciudad que en los últimos 16 años ha avanzado sustancialmente en cuanto a desarrollo urbanístico, en cuanto a desarrollo de infraestructura, pero ha quedado en evidencia que sus políticas sociales, de convivencia han sido un fracaso… tiene que replantearlas de manera urgente”.

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