octubre 12, 2024

El mal momento del Parque Cultural del Caribe

*El complejo, ubicado en el Centro de Barranquilla, constituido en epicentro de conservación de la historia de la región Caribe colombiana, tiene sus puertas cerradas y su apertura es incierta.

Una fotografía que muestra un ventilador común y corriente, conectado a una extensión eléctrica, refrescando la denominada sala ‘Metáforas de los objetos’, tomada en diciembre de 2017, era prueba de la dura crisis económica por la que atravesaba el Parque Cultural del Caribe, complejo de 22.000 metros cuadrados en el Centro de Barranquilla.

El registro de prensa de ese entonces destaca la explicación dada por María Eulalia Arteta en su condición de directora. “El Parque Cultural es como un carro, cuando estaba nuevo no te exigía tanto gasto en mantenimiento, pero después de unos cuantos años ya debes hacer más esfuerzos”, señalaba.

Se refería a la necesidad de reinvertirle a la edificación unos 3.000 millones de pesos en mantenimiento integral y no solo el presupuesto de 70 millones que para ese año había sido aprobado solo para el sistema de aire acondicionado.

La situación era de tal magnitud que para ‘enamorar’ a más visitantes, una de las fuentes de sostenimiento, la taquilla, que representaba el 30 por ciento de los ingresos, redujo la tarifa de 14.000 pesos a 7.000 por persona. Además, ante la falta de un eficiente aire acondicionado, se dejaron a un lado los proyectos especiales, los servicios de eventos sociales y académicos que permitían el 10 por ciento de la entrada de los recursos económicos.

Lo de las deficiencias en el aire acondicionado de la edificación del complejo cultural estaba sumado al deterioro físico de la Plaza Julio Mario Santo Domingo, escenario predilecto para espectáculos al aire libre, así como a las oficinas administrativas, áreas comunes, zonas verdes, entre otras, más el atraso al pago de las mesadas a los 58 empleados.

Pese al anuncio de esfuerzos para conseguir los recursos requeridos e inyectarle vida al ’agónico’ Parque Cultural, por parte del entonces secretario de Cultura y Turismo del Distrito, Juan José Jaramillo, la situación no mejoró y siguió entre tumbos hasta el primer trimestre del 2018, cuando cerró de manera temporal.

No obstante, hubo una corta reapertura, sin resultados positivos, hasta que el 17 de enero del 2020 el Parque cerró definitivamente sus puertas, las cuales habían sido abiertas en dos fechas: Una el 16 de diciembre del 2008, al ser inaugurada la Plaza Julio Mario Santo Domingo; y la otra, el 24 de abril del 2009, la apertura de los cinco pisos del edificio que contienen la evolución histórica del Caribe Colombiano, luego de una inversión de 22.000 millones de pesos por iniciativa de un grupo de impulsadores entre quienes se destaca el exgobernador del Atlántico y exvicepresidente de la República, Gustavo Bell Lemus.

El cierre del Parque coincide con la declarada pandemia mundial por efectos del Covid-19, lo que prácticamente hace perder las esperanzas de seguir contando con aportes, la mayoría retrasados, de organismos como el Fondo Nacional de Regalías, el Ministerio de Cultura, el Museo Nacional, el Icfes, Colciencias, Fonade, el Plan Caribe, la Gobernación del Atlántico y la Alcaldía de Barranquilla, en un 40 por ciento; mientras que empresas privadas y fundaciones aportaban el 20 por ciento.

ALTERNATIVAS DE SOLUCIÓN

En búsqueda de soluciones, desde febrero pasado cuando fue planteada y luego socializada en abril en un debate de control en el Concejo Distrital, y la que más ha tomado fuerza, es que la Alcaldía de Barranquilla asuma en su totalidad el manejo del complejo, sumándole el edificio del Museo de Arte Moderno del que también hace parte la Cinemateca del Caribe y que viene siendo construido al lado, con base en un acuerdo de voluntades, puesto que el pasivo del Parque, a pesos de hoy, está estimado en 12.000 millones de pesos.

“Lo queremos hacer con unas reglas del juego claras y transparentes, para que la propiedad sea del Distrito y podamos crear un gobierno corporativo claro, sano, donde pueda participar el sector privado, pero donde primen los intereses del sector público”, manifestó en su momento el alcalde Jaime Pumarejo.

Precisamente, en el debate en el Concejo promovido por el concejal Antonio Bohórquez Collazos, la secretaria de Cultura del Distrito, María Teresa Fernández, reveló que, en los últimos 12 años, los aportes de la Alcaldía al Parque Cultural suman los 11.600 millones de pesos.

Aclaró que esos recursos provienen de la boletería, puesto que el Distrito promueve la cultura en las instituciones educativas y la población vulnerable, lo mismo que en actividades de la agenda cultural, como la Noche del Río, entre otras.

Fernández explicó que la iniciativa de la Alcaldía sería sometida a consideración de una firma especializada que debe ser contratada para escoger el proceso a seguir, tal como los aplicados en escenarios culturales nacionales y así asegurar su sostenibilidad, igual que el complejo Maloka y el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en Bogotá.

La propuesta de la Alcaldía de Barranquilla es similar a la hecha al Banco de la República de manejar integralmente el emblemático Teatro Amira de la Rosa, que también permanece con sus puertas cerradas. Esta depende del visto bueno del Ministerio de Cultura que la ha sometido a evaluación.

Sobre la actual situación del Parque Cultural del Caribe expuso su punto de vista, Mariano Candela, profesor e investigador cultural de la Universidad del Atlántico.

“La infraestructura cultural que hay en Barranquilla ha costado, como en muchas otras ciudades, mucho esfuerzo, gestión. Recordemos que el Parque Cultural estuvo al frente, desde un comienzo, el maestro Gustavo Bell, quien en su momento ocupó unos cargos importantes y que, desde esos cargos, lideró algunos procesos importantes para el Departamento”, anota.

Para el investigador, el Parque es un espacio e infraestructura cultural que le da proyección al departamento del Atlántico, a la misma Barranquilla, el resto de la Costa Caribe porque, realmente, se carecía de uno que reflejara la memoria y la dinámica de la vida cultural de la región.

“Hay que anotar que los modelos de gestión adoptados para este tipo de infraestructura y de espacio culturales, han sido complicados y difíciles, porque inicialmente son modelos que se han sostenido, más que todo, con la parte pública y la administración, aunque ha correspondido a ciertas representantes de ciertas entidades, inclusive privadas; sin embargo, no ha sido el más afortunado”, sostiene Candela.

NIVEL ALTO DE GESTIÓN

Agrega que, por lo general, estos procesos ambiciosos requieren que exista un componente de gestión muy alto, además de autosostenibilidad para poder mantenerlo en el tiempo y eso se ha evidenciado también con los otros niveles de infraestructura cultural que existen la ciudad como, por ejemplo, los casos de Bellas Artes, el Teatro Amira de la Rosa, el Museo de Arte Moderno, que ya estaban en esa crisis antes de la pandemia.

“Con la pandemia esto se va a agudizar, por supuesto, porque uno de los criterios para hacer sostenibles estos espacios culturales es que, al menos tengan, como una fuente de financiación proveniente de las políticas públicas de cultura. Eso tiene que ver muchos con los niveles de ingresos y de disponibilidad presupuestal que tenga las entidades territoriales”.

Candela reitera que la situación es crítica, pero hay que buscarle soluciones y dentro de ella señala que el Distrito y la Gobernación puedan articular una política para este tipo de espacios culturales, que respondan a una visión muchos más sostenible.

“Va a ser complicado, pero hay que plantearlo, porque lo otro a tenerse en cuenta es que la industria cultural creativa, el patrimonio, son elementos claves para el desarrollo del Departamento y de la ciudad. Ahora hay que pensar no solamente con lo de la reactivación económica a secas, sino que también hay que tener en cuenta lo que puede aportar al desarrollo cultural como el cuarto motor de desarrollo en la sociedad contemporánea”, concluye el investigador cultural.

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