Por SANTOS SUÁREZ BADILLO
Director de EL NORTE
Cuando faltan escasos siete meses para que los colombianos escojamos un nuevo presidente de la República, desde ya se van clarificando cuáles son los retos que deberá enfrentar el nuevo jefe de Estado, cualquiera que sea su ideología.
Sea de centro, izquierda o de derecha, tiene que buscar consensos para superar las dificultades que subsisten en diferentes órdenes y que han generado inconformismos en distintos sectores, que se notaron con el prolongado paro nacional de este año.
Desafortunadamente, y a pesar de demostrados esfuerzos para dejarlo atrás, el conflicto armado en Colombia persiste con sus consecuencias de muertes y desplazamientos. El tema de la paz vuelve a estar en la mesa de la campaña presidencial, y acabar definitivamente la pesadilla de la guerra será tarea prioritaria de quien asuma el próximo año la Presidencia del país.
La pandemia dejó al descubierto la gravedad de otros temas que antes no eran vistos como prioritarios en las contiendas. Uno de ellos es la corrupción, que día a día alcanza niveles escandalosos, confirmándose que es uno de los grandes males que agobian al Estado colombiano.
Quien suceda a Iván Duque, tiene la obligación de abordar con determinación la aplicación de medidas eficaces que conduzcan a reducir a niveles históricos los hechos de corrupción, y de esa manera devolverle la credibilidad a la administración pública y utilizar los recursos que se dejen de robar los ladrones de cuello blanco, en proyectos y programas que impulsen el desarrollo social del país.
También, tendrá que apuntarle a una agresiva gestión que reduzca los altos niveles de pobreza, miseria y desigualdad que registra Colombia. Nuestro país, según el Banco Mundial, es el segundo más desigual de Latinoamérica y el primero más desigual entre los 37 países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Otro dato señala que es el cuarto más desigual en el mundo.
Un cuarto tema es la implementación de una profunda reforma a la justicia, que la haga más ágil, eficiente y transparente, de tal suerte, que esta rama del poder público vuelva a tener credibilidad y deje de ser en algunos casos una cómplice por acción u omisión de la degradación creciente de la institucionalidad.
Otro punto prioritario es liderar de manera objetiva e incluyente las políticas ambientales que contribuyan a la reducción y compensación de las emisiones de gases de efecto invernadero, que al final contribuyan con la desaceleración del cambio climático.
Y un sexto tema clave es empujar la economía hacia un crecimiento sostenido, que además de números hacia arriba, impacte suficientemente a la sociedad con la generación de grandes cantidades de empleos que garanticen el mejoramiento de la calidad de vida de millones de colombianos.
En todos estos frentes, al igual que en la solución de los otros problemas del país, se hace necesario actuar con determinación, liderazgo de estadista a toda prueba y un mayoritario apoyo ciudadano, siempre con la premisa de acabar los mencionados círculos viciosos que frenan al país y no seguir incurriendo en ellos.
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