Otra vez los penitentes caminaron por la Calle La Ciénaga de Santo Tomás, Atlántico, y de nuevo se volvieron un motivo para que turistas llegados de diferentes puntos y una importante cantidad de habitantes de la población, se ubicaran a lado y lado de la vía para observarlos, tomarles fotos, grabar videos y comentar sobre las fuertes e impactantes escenas en vivo que protagonizaban.
En esta oportunidad había una mayor expectativa por la reaparición de estos personajes, cuya motivación es religiosa, dado que hacen este sacrificio como pago por un milagro recibido y en otras ocasiones por el perdón de sus pecados. Por la pandemia se habían ausentado dos años seguidos.
Un vendedor ambulante, que no es de Santo Tomás, aseguró que sólo desfilaron 10 flagelantes, pero el periodista Manuel Pérez afirmó que fueron 22.
El señalado comunicador, a quien cariñosamente le dicen “Gaspito” es una especie de voz oficial del tema, dado que se ubica desde muy tempranas horas de cada Viernes Santo cerca al sitio de la salida de los penitentes, en el llamado “Caño de las Palomas”, jurisdicción de Sabanagrande, y se va de allí cuando sale el último.
Lo cierto es que en otras ocasiones desfiló un número mayor, pero esa no fue razón para que muchísima gente se diera cita en el mencionado sector. Y con ello se convirtieran en clientes de la gran cantidad de negocios que allí y en sus alrededores se instalaron.
Sobre los penitentes se puede decir de todo y mantener vivo el debate a propósito de esta controvertida práctica, pero lo que sí es cierto es que de alguna forma dinamiza la economía local, que en los últimos años fue duramente golpeada por la pandemia.
En este Viernes Santo aumentó de manera importante la cantidad de sitios de ventas de bebidas alcohólicas y no alcohólicas y alimentos a lo largo de la Calle La Ciénaga, generando ingresos a muchas familias del sector.
Igualmente, se incrementó la presencia de vendedores ambulantes no solamente del municipio, sino también los provenientes de otras partes del departamento.
PARA LARGO RATO
A la 1 y 35 de la tarde, con una temperatura asfixiante de 35 grados centígrados, pasó por la penúltima cruz o estación el penúltimo penitente del Viernes Santo de 2022. Tenía inflamada y ensangrentada la espalda baja. Se arrodilló y luego que uno de sus acompañantes le rociara alcohol en las heridas, se levantó y prosiguió.
Todos hacen lo mismo hace cerca de 200 años cuando arrancó esta tradición que no tiene fin, a pesar de las fuertes críticas del Cristianismo, que considera esta práctica como pagana. Se argumenta que estas penitencias no son bien vistas por Jesucristo, quien ya pagó en la Cruz por nuestros pecados.
Los penitentes no tienen control alguno, el que quiera autoflagelarse con las bolas de cera lo hace y desfila dando siete pasos hacia delante y otros tantos hacia atrás, llegando a cada estación para que además del alcohol que le rocían, les hagan cortadas en las heridas para evitar una mayor inflamación.
Y lo hacen con la misma vestimenta: larga falda blanca con cruces de tela adheridas, sin camisa, descalzos y con un velo blanco. Algunos son de Santo Tomás y otros provienen de diferentes partes del país. Ninguna autoridad ni administrativa, ni religiosa les impiden azotarse, a menos que ocurra una emergencia sanitaria como la pandemia. Así que, habrá penitentes en Santo Tomás para muchas décadas o siglos.
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