Por SANTOS SUÁREZ BADILLO
Director de EL NORTE
Lo que está ocurriendo con la remodelación del aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla sigue siendo muy preocupante. No solamente no se avanza a las etapas subsiguientes, sino que lo hecho hasta el momento deja mucho que desear.
Ni la multa de 3.000 millones de pesos impuesta por la Agencia Nacional de Infraestructura al concesionario Grupo Aeroportuario del Caribe, por incumplimiento en la entrega de las obras, ha sido factor para acelerar los trabajos, que se nota avanzan a paso lento.
El retraso es de ocho meses, por cuanto de acuerdo al cronograma, la etapa número dos debió haberse entregado en septiembre del año pasado y eso no ocurrió y aún no se entrega.
Vale la pena recordar que esta concesión fue adjudicada en marzo de 2015 con el objeto de que el concesionario realice la administración, operación, mantenimiento, explotación comercial, adecuación, modernización y revisión tanto del lado aire como del lado tierra del aeropuerto, asumiendo por su cuenta y riesgo su ejecución.
Su cumplimiento es muy parcial y no tiene contentos ni a los gremios ni a la ciudadanía. Y no es para menos, lo que se ha hecho hasta el momento no está acorde con la importancia estratégica que tiene Barranquilla tanto en la región Caribe como en el concierto nacional.
Definitivamente sus características actuales no están a tono con lo que esta capital quiere mostrarles a primera vista a los visitantes nacionales y extranjeros. Este terminal aéreo no impacta y lo que da es la sensación de incomodidad y precariedad.
Es más, si se compara el Ernesto Cortissoz de hoy con el que estaba antes de ser remodelado, el viejo aeropuerto se veía mejor, tenía una mejor apariencia, e incluso, era más cómodo.
Las inversiones superan los 600 mil millones de pesos, pero la primera impresión que uno se lleva cuando lo recorre, es que esa cuantía no se ha utilizado en su totalidad. No hay grandes espacios en las salas, los pisos no son de la mejor calidad y la mayoría de las insuficientes bancas no tienen espaldar, lo que ocasiona una desesperante incomodidad a quienes las utilizan.
La dirigencia gremial, política y social de la ciudad y el departamento, tienen que insistir en la urgente necesidad de acelerar estas obras y si es posible revisar los diseños para que Barranquilla reciba terminado el buen e impactante aeropuerto que merece.
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