El río Magdalena y el Canal del Dique amenazan cada vez con más fuerza a los municipios y corregimientos de la subregión Sur del Atlántico, dado que sus niveles vienen subiendo diaria y aceleradamente.
En los últimos diez días se incrementaron 28 centímetros, pues el 19 de noviembre estaban en 8 metros y hoy se encuentran en 8 metros con 28 centímetros.
Y sólo en las últimas 72 horas el aumento fue aún más preocupante, dado que los niveles subieron 11 centímetros. Solamente ayer se elevaron cuatro centímetros.
Estos datos demuestran que el incremento es constante y vertiginoso, tendencia que sin duda es sumamente peligrosa y hace temer lo peor por parte de las comunidades de esa zona del departamento.
ENCIENDE LAS ALARMAS
Un hecho que enciende más las alarmas es que según las estadísticas que manejan algunos líderes del sur del Atlántico como William Lastra, hace 12 años, cuando se produjo la ruptura del Canal del Dique, los niveles del río estaban por el orden de los 8 metros con 30 centímetros. Quiere decir que hoy estarían en ese nivel. Otros líderes como Gustavo De la Rosa, afirman que la cota de desbordamiento supera los 9 metros.
La preocupación crece, porque el peligro de desbordamiento de alguno de estos cuerpos de agua, o de los dos, se ha elevado; y también por la posibilidad que el peso del agua termine por debilitar las carreteras que sirven de muros de contención y se produzca una ruptura.
Es por ello que literalmente, tal como se presenta el escenario actual, el río Magdalena y el Canal del Dique en el sur del departamento del Atlántico están a punto de desbordarse. Esa posibilidad es mayor si se tiene en cuenta que sigue lloviendo en todo el país.
Los municipios con sus respectivos corregimientos, que están en riesgo son: Suan, Campo de la Cruz, Manatí, Santa Lucía, Candelaria y Repelón.
LLAMADO URGENTE
Este medio de comunicación hace un llamado urgente al gobierno en todos sus niveles, es decir, nacional, departamental y administraciones locales, para que se concentren las 24 horas del día en la atención de esta emergencia que podría desencadenar en una catástrofe similar o peor a la de 2010.
Todos los otros temas, que no sean prioritarios, deben quedar congelados porque el Sur del Atlántico está ante un panorama extremadamente grave. Nadie de la institucionalidad debe cruzarse de brazos y esperar a que se produzca la tragedia sin hacer el mayor esfuerzo.
Y si definitivamente es inevitable, estar preparados para mitigar al máximo las consecuencias de la inminente inundación de estos pueblos. Y en ese orden de ideas, hay que priorizar la protección de la vida.
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