En 2013, por primera vez se prendió la luz en Isla Múcura, en el archipiélago de San Bernardo en el Caribe colombiano. A partir de allí todo cambió, el turismo y otras fuentes de ingresos crecieron, se diversificaron las actividades productivas, los pescadores empezaron a conservar los alimentos en neveras y se generó un sistema de organización para el manejo y la gestión de la energía.
Así lo cuenta Bayron Moreno, un líder social de la comunidad: “anteriormente no teníamos energía, nos alumbrábamos con mechón, que es una botella llena de gas con una tapilla y un pedazo de hamaca o de algodón que absorba y no se consuma muy rápido, o con vela… el cambio fue total, hubo más ingresos, la gente empezó a hacer hielo, a guardar su pescadito”.
Esto se logró gracias a un sistema de paneles solares, convirtiendo a esta población procedente de pescadores de Barú, que se organizó en torno a mantener, cuidar y garantizar la energía en sus islas para su bienestar, en un ejemplo de Comunidad Energética, que de acuerdo con el Decreto 2236 del Ministerio de Minas y Energía son “grupos organizados de usuarios naturales o jurídicos que pueden asociarse para generar, comercializar y/o usar eficientemente la energía a través del uso de fuentes no convencionales de energía renovable, combustibles renovables y recursos distribuidos”.
En Colombia una gran cantidad de Comunidades (hasta el momento hay más de 18.000 registradas para ser clasificadas como Comunidades Energéticas) quieren acogerse a este modelo para autoabastecerse, lo cual genera beneficios para ellos, impulsa la transición energética y suma para el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París y de la Estrategia climática de largo plazo de Colombia (E2050): descarbonizar la economía, reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero y evitar que el planeta supere los 1.5°C de temperatura.
En ese marco, ¿por qué no diseñar Comunidades que usen la energía para reducir su vulnerabilidad al cambio climático y para garantizar su seguridad hídrica y alimenticia? Esa fue la pregunta que se formuló WRI Colombia para desarrollar un estudio que dará luces sobre la manera más innovadora de pensarlas partiendo de las lecciones aprendidas.
“Las Comunidades Energéticas son claves en la lucha contra el cambio climático, porque el acceso a una energía confiable y asequible no solo permite reducir el uso de combustibles fósiles como principal fuente de energía, sino que además se convierte en un habilitador de otros procesos en los territorios, como el desarrollo de proyectos productivos y de consumo sostenibles que las comunidades locales pueden potenciar para su adaptación a los impactos de este fenómeno” explicó Carolina Useche, gerente de Acción Climática de WRI Colombia.
De esta manera, WRI Colombia le apuesta a proyectar hacia el futuro, pasando de pensar en la energía de hoy, a considerar la que se va a necesitar en el futuro: si aumentan las temperaturas se van a necesitar más abanicos o sistemas de ventilación, si hay sequías serán necesarios más sistemas de riego para preservar la soberanía alimentaria, todo esto requiere energía.
Para ello, WRI Colombia está estudiando cuatro casos de autogeneración energética en el país en diversas zonas como La Guajira y el Archipiélago de San Bernardo en la Costa Caribe; la zona Andina en la Cordillera Central y Bahía Málaga en el Litoral Pacífico.
Hallazgos clave
- Colombia es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Comprender las amenazas climáticas actuales y futuras, permitirá que los proyectos energéticos ayuden a manejarlas y mitigarlas. Además, les da una visión de largo plazo, posibilitando que los objetivos y metas de las Comunidades Energéticas sean a 10, 20 y 30 años.
- La sostenibilidad de las Comunidades Energéticas en el tiempo requiere considerar la continuidad como un elemento clave en los procesos de fortalecimiento de capacidades, que no sean solo enfocados en la alfabetización energética y en el manejo y administración de la solución energética, sino también en otros tópicos transversales como gobernanza, administración de servicios públicos, contabilidad, empoderamiento de la mujer rural, cambio climático y gestión sostenible de la biodiversidad.
- Para diseñar Comunidades Energéticas se deben considerar elementos como los saberes y conocimientos de las comunidades sobre el cambio climático y sus necesidades energéticas actuales y futuras.
- Reconocer y entender la dinámica de la comunidad, la forma de gobernar, su autoorganización, necesidades e intereses con su entorno, con sus ecosistemas y con el clima, permitirá diseñar Comunidades Energéticas sostenibles en el largo plazo.
- La creación de alianzas y redes de colaboración entre entidades públicas, privadas o mixtas de distintos sectores (más allá del energético) y las mismas Comunidades Energéticas es clave por la complejidad de estas iniciativas, permitiendo que los proyectos sean parte de un proceso más integral que aporte a la seguridad energética de las comunidades, pero también a su seguridad hídrica y alimentaria y que sea base del desarrollo comunitario local.
- La organización y cohesión social de los miembros de las Comunidades (definición de roles y responsabilidades) es un factor determinante para el éxito de estas. Se encontró que aunque hay pocas mujeres involucradas, ellas juegan un papel clave en liderar los procesos sociales, demostrando cómo su rol en la acción climática, la energía y el ambiente, es fundamental.
El estudio de WRI Colombia busca generar recomendaciones con base en las lecciones aprendidas de las Comunidades Energéticas, para escalar las buenas prácticas y visibilizar los elementos que han debilitado estos proyectos, considerando los contextos climáticos, territoriales, socioeconómicos y culturales propios de cada uno. Sus resultados se presentaron en la COP16, en el evento de “Comunidades Ecológicas Energéticas”, organizado por el Gobierno Nacional, en la Zona Verde: Cámara de Comercio de Cali.
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